Sólo los guerrerenses pueden decidir en esta contienda electoral la mano de quién tomar para caminar juntos todo un sexenio, seis largos años que implican una irreparable historia exitosa, o espantosa, y aunque gran parte de los ciudadanos no estén tomando con seriedad el asunto, en definitiva la decencia de la situación es de alto impacto, de relevancia e importancia verdadera.
No se trata hoy de circos y maromas, de un show para entretener al pueblo, de conciertos o demostraciones de canto. La administración pública no puede ser ejercida por entes incapaces, por muñecos con disfraces, con humor de juego y risa.
En estas elecciones, los candidatos han dejado mucho de qué hablar, y pese a la gran aceptación de ciertos partidos, el ciudadano consciente ha llegado a la reflexión para determinar que lo que mal comienza, seguro es, que muy mal va terminar. Desde los escándalos por corrupción, violación, y encima, imposición, ya no empezó nada bien, aún con el respaldo a título nacional, está claro que los valores y la moralidad no las compra un partido y que no educa un líder a sus súbditos partidarios.
La decisión del estado para poder generar un verdadero cambio en, el Estado, es decir, esa estructura gubernamental que nos sostiene, que se requiere fuerte, que se requiere firme y sólida, es una decisión que lo define todo, tan determinante que dejarlo en las huellas dactilares del pueblo que no ha explorado a sus candidatos a profundidad, que no ha analizado de manera consciente la repercusión y los estragos que traerá la equívoca decisión de su voto, significa un daño irreparable a Guerrero.
El circo maroma y teatro, no es para las o los candidatos. Y mucho menos es cualidad de la gobernadora o el gobernador. Emite un voto inteligente, estudiado y consciente.
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