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Comunalidad como estrategia de acción, producción y gestión.

En esta readaptación pandémica con respecto al ejercicio del quehacer cultural, hemos encontrado una premura y es que, para que una o varias expresiones artísticas sobrevivan pero a su vez, lo hagan con alma y con ética; hay un cuestionamiento reflexivo que debe realizarse con total honestidad y es el siguiente: como creador o creadora, ¿qué le estoy yo ofreciendo a mi comunidad? Claramente y por si no fuera ya tan obvio, la crisis sanitaria en la que nos hemos visto envueltos, arrastrados sino que revolcados nos permite entender la importancia que hay en la retribución y la solidaridad.

Muchas veces, la relevancia de un artista se ha visto cuestionada y, por seguir llevando una discursiva poética y apropiada; en el mejor o peor de “los escenarios” los creadores debemos estar comprometidos con una postura de solidaridad y comprensión de nuestro entorno y de nuestros públicos (los cuales son diversos, como diversos son los mismísimos escenarios). Ahora bien, pasemos a ese aporte y retribución específico que los artistas ofrecen a su público cautivo o potencial, y que por lo regular no se termina de comprender porque, representa la precepción, la identidad y el acompañamiento, valores que se dan por sentados y al estar en abundancia y en permanencia, parecen desvanecer su valor frente a la novedad o la desgracia, o al menos la sensación de pérdida de la estabilidad económica y de seguridad en general.


No es sensato exigir un público listo y dispuesto a consumir cultura y entretenimiento cuando éste, vive en la ansiedad provocada por la supervivencia financiera, de salud y de seguridad; de ahí que el esparcimiento pase a último término o, no califique como término alguno en las prioridades de nuestro público inmediato. Particularmente, entre el gremio teatral, de artes visuales y artes plásticas, hay una jornada de acción muy fuerte con respecto a este compromiso por querer aportar. Desde las propuestas de teatro y talleres formativos para las infancias, hasta las propuestas que se acercan respetuosamente a la crítica social podemos ya identificar una marcada tendencia por la comunalidad, un concepto que aborda la coincidencia de las diversidades y diferencias a razón, de ser potenciadas como cualidades y herramientas hacia un fin colectivo e incluyente que vele principalmente por el bienestar armónico de una sociedad pero también, que acerque este sentido de cuidado, respeto y reconocimiento. Como en el escenario, en una colectividad no hay personaje pequeño, lo que se busca con esta manera de trabajar y producir, es abrir brecha hacia y desde todas las partes y los actores pero también, retribuirles y reconocerles dicho aporte. Más que los grandes recintos culturales, lo que urge resanar y reconocer es a la gente y su cotidianidad sobre todo en momentos tan psíquicamente vulnerables como lo son estos tiempos. Creadores nos hago la siguiente pregunta: ¿Cuál es el fin de nuestras expresiones artísticas entonces, reafirmarse o contribuir? Si ambas son válidas ¿Qué tanto hay de cada una?

Flor Trigo

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